domingo, 7 de mayo de 2017

INFLACIÓN DISCURSIVA, A FALTA DE PRUEBAS (4).



En estas entregas  de crítica sobre el catálogo y la exposición “La revolución de las formas”, regreso a la “teoría de los momentos”  sugerida  por el curador.   El primer momento abstracto, para su desgracia, no será lo suficientemente racionalista como hubiese querido,  en su vano intento por regular  la  filiación  del segundo momento abstracto.  Entre ambos  pasaron treinta años de  considerables imprecisiones de transferencia, en que el elemento más decisivo no fue el cierre de la escuela en 1928,  sino la recuperación de ésta en 1932 por fuerzas que representaban una  cierta restauración de las bellas artes, que podían librarse de la amenaza que había representado el apoyo del Ministro Ramírez a las Artes Aplicadas.  A tal punto, que la  historia de la reducción de “artes aplicadas” en el seno de la Facultad de la post-dictadura de Ibáñez  tuvo un efecto considerable en sus relaciones con “bellas artes”, que ejerce  la hegemonía hasta la reforma universitaria. 

En este marco, en el curso de discusiones permanentes de trabajo con Ernesto Muñoz, que es un gran conocedor de la historia de la abstracción geométrica en Chile, y que  ha sido desde hace  por los menos veinte años el responsable inicial de la revalorización de la abstracción,  éste me ha hecho estado de una hipótesis de gran utilidad para reconstruir el trabajo de los mediadores; es decir, profesores de la Facultad que produjeron un efecto de enseñanza determinado.  Solo hay efecto institucional porque existen condiciones de reproducción de unos saberes plásticos habilitadores. Entre éstos aparece la figura de Jorge Caballero, que formó plásticamente a Vergara Grez y a Matilde Pérez, en la coyuntura de fines de los años cuarenta.  Pero nadie quiere saber quien era Jorge Caballero y cual fue el rol que jugó en el sistema de  Facultad  dominado por los post-impresionistas. Sin embargo, su enseñanza era más diagramática que la de otros profesores, como el mismo Burchard o Gustavo Carrasco.  Siempre hay fisuras para reproducir una determinada información generativa.  No hay pues, relación orgánica entre el primer y el segundo momento. A tal punto que no se entiende por qué aparece el primer momento en esta exposición, ya que por si solo puede ser objeto de una muestra autónoma, con ajustes estructurales, claro está. 

La  hipótesis de Ernesto Muñoz acerca de la existencia de mediadores que favorecen la formación de un frente abstracto geométrico minoritario en la Facultad, por llamarlo así,  resulta muy pertinente para estudiar cómo se instalan los momentos de mayor densidad en las transferencias. De este modo, el primer momento abstracto se revela totalmente ineficaz para establecer condiciones razonables de filiación plástica. Un artista y docente como Jorge Caballero pudo realizar la habilitación de una mirada analítica sobre el cromatismo elemental de las primeras obras de Forma y Espacio, que se plasman en 1955. 

Es grave que el curador no tome en consideración el hecho que fuera Jorge Caballero el que recibe, desde la Facultad, la exposición “De Manet a nuestros días”, a la que cita de manera anecdótica, porque nunca comprendió su alcance.   También es grave que no señale lo que  es evidente como relación de fuerza y que está impreso en la Revista de Arte; me refiero al  gran premio  de José  Balmes  en 1958. Si se toma en cuenta esa pintura  abstracta de Balmes,  se entiende que a lo menos existe una polémica implícita entre las ya mencionadas abstracciones emergentes.  Porque de este modo el curador habría podido entender el tipo de relaciones que Balmes y Gracia Barrios entablan, en lo formal, con los pintores franceses jóvenes que venían en la mencionada exposición; a saber, De Staël y Manessier, entre otros.  Nuestro premios nacionales viajan a Europa en 1954, siguiendo un guión de visitas de museos que les dibuja el propio Pettoruti.  Es bajo estas condiciones que Balmes pinta  en 1958; o sea, abstracción no-geométrica. 

Aquí,   para validar un diseño de exposición pre-fijado por la intervención de los coleccionistas en una operación de puesta en valor forzada, el curador de la exposición repone en el  lugar de máxima conveniencia a un Vergara Grez ya “castigado” por Galaz/Ivelic  -que él mismo contribuyó a consolidar mediante su estrategia de inflación de la obra de Matilde Pérez en la última década-, pero sin llegar a construir un “perfil intelectual” riguroso del artista como personaje articulador del segundo momento abstracto.  Lo que hace es mencionar su rol de organizador, pero  le atribuye de inmediato una deuda respecto de un triunvirato referencial  inventado por su eufórica conectividad, formado por Girola, Iommi (Ennio) y Carreño. 

Se entiende que  el curador deba sobre-privilegiar a Girola en esta exposición.  Pero nuevamente,   mezcla situaciones que no corresponde, porque arma un “frente” para satisfacer una necesidad  presentista, que para resolver la crisis de su mito de continuidad termina por validar  la proximidad de  nombres y acontecimientos  que adolecen de elementos atractores validables.  Vergara Grez ni siquiera se acerca a Girola. No tiene contacto alguno con los arquitectos de Valparaíso a comienzos de los años 50´s.  No se sabe qué relaciones formales tenía con Iommi.  Sus relaciones con los artistas argentinos se realizan a través de Squirru, que es el crítico que lo valida en la Argentina.  ¿Existe un archivo? Se podría apelar al estudio de la correspondencia.  Pero no hay pruebas de que Vergara Grez haya mantenido relaciones  con artistas Madí o de Arte Concreto-Invención. Como tampoco está asegurada la conexión con Carreño, al momento de su arribo a Chile. No pertenecen a los mismos círculos intelectuales ni políticos n artísticos.  Carreño es inmediatamente acogido por  Neruda. Vergara Grez no pertenece a ese mundo; menos entre 1952 y 1955.  Resulta increíble que el curador no considere la variable política como dispositivo de exclusión. En 1953 tiene lugar el Congreso Continental de Cultura que organiza Neruda y que motiva la reacción de un gran número de artistas e intelectuales. ¿En que bando se encuentra Vergara Grez? ¿Cae bajo la consideración de que el desarrollo de la abstracción es una plataforma de combate contra el realismo socialista?  Lo cual, en Chile, es reductivo, ya que quienes combaten el realismo socialista, con mayor eficacia, son Balmes y compañía. Entonces, ¿qué? Estamos en guerra fría.  En esos años, estas distinciones y diferencias tienen su lugar. 

El curador, además,  comete el error de organizar su exposición en función del diagrama implícito de la colección  de Emilio Ellena, que hoy está destruida, ya que después de su fallecimiento ésta fue desarmada y vendida por partes. En dicha colección,  obras menores de Torres García son “colocadas” en un mismo nivel que los bocetos de pinturas geométricas de Carreño.  Pero eso no hace “la”  historia, sino tan solo configura la ideología plástica del coleccionista. Que desde ya, no deja de ser un material de trabajo que pudo haber tenido un destino más afortunado. ¿Quién se llevó los juguetes?, ¿Cuál fue el destino de su biblioteca?

De modo que  respecto de Vergara Grez, el momento generativo inmediatamente anterior a 1955 no está documentado.  Aún así, el curador de la muestra hace un  relato improductivo de su biografía, porque no basta con afirmar que Vergara Grez leía lo que  dice que leía, sino cómo lo leía.   No hay comentarios escritos de estas lecturas.  De eso no se tiene trazas, salvo la redacción de sus manifiestos y declaraciones[1].  Tampoco es efectivo que los estudiantes del Grupo de Estudiantes Plásticos hayan tomado como “texto de culto” el documento de la  Primera Bienal de Sao Paulo.  Eso no corresponde con la realidad,  a juzgar por el envío chileno a dicha bienal, que de paso, estaba a cargo del Instituto de Extensión de Artes Plásticas de la Facultad.   ¿Cuál es el criterio que se maneja en ese momento para hacer un envío?   

¿A qué documento se refiere, si el catálogo de la bienal apenas circuló en Chile, y cuando lo hizo, fue  después del regreso de las obras? Es decir, en 1951.  Y me pregunto: ¿se entendía en Chile cual era la polémica internacional que estaba en curso?,  ¿Cuál es la superficie de recepción para dichas polémicas?, ¿Eso es –realmente- un antecedente para Forma y Espacio? 

Lo que hay que determinar, de manera precisa, es el trabajo generativo de tendencia que realiza Vergara Grez entre 1952 y 1955.   Hay que saber cuáles eran las revistas y publicaciones  internacionales de arte abstracto que circulan en Chile en esa coyuntura.  No hay estudios sobre el consumo de revistas especializadas.  La aparición de Revista ProArte en 1948 viene a saldar una deuda informativa; pero es una revista que dista mucho de ser una “revista teórica”.

Es todo un tema el estudio del efecto orgánico de la lectura de una revista en un espacio artístico determinado. ¿Es posible atribuir a ProArte un rol decisivo en la difusión del arte abstracto? Porque una cosa es la difusión y otra cosa muy diferente es lo que podemos denominar “instancia poiética” (productiva).  El rol decisivo tiene que ver con las condiciones del momento,  en relación a otras manifestaciones. Es efectivo que en 1953 en la sala de la revista se realiza una exposición de Torres-García y la Escuela del Sur.  Pero esto no se valida automáticamente como un antecedente  cualitativo  para entender la fundación de Forma y Espacio en 1955.  Aunque ya es demasiado el rol que se le atribuye a los antecedentes, sin establecer una hipótesis plausible sobre su articulación.

Resulta más esclarecedor,  a posteriori, el texto de Vergara Grez en el nº 4 de Revista de Arte, de julio de 1956. En verdad, ni siquiera es un artículo, sino la transcripción de una entrevista que éste le realiza a Renato Birolli durante su viaje a Italia.  Leyendo, en perspectiva, esta entrevista de 1956,  constato que hay más “teoría” y precisiones conceptuales que todo lo que ha sido escrito en el catálogo de La revolución de las formas.





[1] Es importante, en este tipo de trabajo, reconstruir la biblioteca de un artista. Las familias suelen deshacerse de las bibliotecas.  Pero es un conjunto documental de primera magnitud para  reconstruir el trabajo intelectual y político de un artista. Esto solo ya es un material de trabajo inestimable.  Pero junto con saber qué leía el artista, es más importante saber cómo leía; es decir, desde qué plataforma literaria y discursiva. Hay artistas que leen desde una inadecuación epistémica determinada, en que emplean un léxico  “antiguo” para referirse  a situaciones “nuevas”,   sin alcanzar la expresión  que la obra, en su rigor, exige. La obra va siempre más allá.  Pero, ¿es el caso de Vergara Grez? 

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