martes, 18 de abril de 2017

LA IMPROBABLE BÚSQUEDA DE UNA OBRA MAESTRA INVISIBLE


En el momento que la comunidad  formada por los agentes que se ocupan del arte en Chile ni siquiera se entera de las conclusiones de los encuentros que han tenido lugar para formular una política nacional de artes visuales,  Ingrid Wildi-Merino y Proyectos de Arte D21 invitan a Béatrice Josse, directora del Centro de Arte Contemporáneo de Grenoble (Le Magasin)  para contribuir al debate  sobre coleccionismo  y constitución de espacios para la creación contemporánea. 

Hasta hace unos meses  Béatrice Josse era la directora del Frac 49 Norte 6 Este (Lorraine). En el 2006  editó un  libro[1] en el que consignaba una lectura de la colección del fondo.  En francés, la palabra “fond” corresponde a la que se usa en español, “acervo”. De modo que un “fondo de obras” puede poseer varias colecciones. O bien, que una sola colección, puede tener varios principios de articulación. En el caso del Frac Lorraine, Béatrice Josse  concibió un libro que debía reflejar “la improbable búsqueda de la obra maestra invisible”. Por cierto, ju(z)gaba con dos   referencias  imposibles de omitir en la escena intelectual francesa; a saber, la referencia a la “obra maestra desconocida” de Balzac y al  “tiempo recobrado” proustiano.



La doble operación no era más que un pretexto para reflexionar sobre la idea misma de colección, de sus límites, de su constitución y de su contribución a la construcción de un imaginario local. Sobre todo, tratándose de la Lorraine, que posee un acumulado simbólico en lo que a anexiones forzadas se refiere.

En este libro,  lo primero que hace Béatrice Josse  es abordar teóricamente  la colección  escribiendo una “breve historia de lugar” en que ésta se produce (se expone),  y comienza con una cita de Richard Serra: “Hay que admitir que no existe un sitio ideológicamente neutro. Todo contexto posee su encuadre y sus implicaciones ideológicas. Es tan solo una cuestión de grados”.  

En relación a lo anterior, todo se ordena siguiendo el encabalgamiento formal del  edificio sobre la delimitación del barrio, luego del barrio sobre la ciudad, para terminar con la ciudad montada sobre la reticulación de la región.  Entre cada una de estas distinciones existe una pausa desplazada, en que se juega la pertenencia movediza a un territorio perturbado. Es por eso que no  resulta casual que uno de los antecedentes de la expositividad  actual de la colección, haya sido una experiencia de intervenciones de artistas mujeres que bajo el título de “Territorio ocupados”,   tuvo lugar  en 1995 en sitios eminentes masculinos, como la prisión militar americana en la frontera franco-alemana. Justamente, esto permitió “tomar posesión del territorio transgrediendo los límites administrativos del país”. 

Sin embargo, no hay expositividad sin constitución de colección; a saber, “política de adquisición” criterizada.  Porque en términos estrictos, por si no lo sabían nuestras autoridades, la colección es un reflejo del pensamiento que debe ser desafiado e interrogado para impedir la unicidad de la mirada sobre la variabilidad adquisitiva. Por eso, toda decisión debe contener la duda que la desestabiliza desde el comienzo, para obligar a  los  críticos y responsables de colección a conectar la patrimonialidad de lo contemporáneo con sus determinaciones.



Lo anterior condujo en los años 2000 a renovar el comité de adquisiciones incorporando a tres personanilades del arte contemporáneo: Chris Dercon (Witte de With), Michel Ritter  (Fri-art, Friburg, Centre culturel suisse de Paris) y Didier Semin (Musée d´art moderne dela Ville de Paris). 

Este comité tomó la decisión de fortalecer la política de su directora, en términos de optar por una orientación conceptual  destinada a privilegiar las producciones históricas de artistas mujeres. De este modo se renunciaba a un “generalismo panoramicista” para poder  instalar la dinámica interrogativa sobre los límites de una política de adquisiciones. 

Lo que he señalado debe ser relevado con la mayor insistencia en la actual coyuntura local.  Es decir, el criterio y el riesgo.  Nuestra instituciones carecen de criterio al abordar estas cuestiones y no arriesgan ninguna decisión que rompa el equilibrio de los pactos de gobernabilidad ministerial o universitaria.

En un trabajo como el que realizó Béatrice Josse,  ya en el 2000, estas cuestiones nos pueden ser de gran utilidad analítica. En particular aquellas relativas a los límites de una política de adquisición. 

A título ilustrativo de la problemática señalada, me permito terminar esta columna con la siguiente cita del libro ya señalado:

“Las piezas eran a menudo compradas bajo la forma de simples protocolos, ya que consistían simplemente en la compra de performances (Dora García, Esther Ferrer), de derechos de difusión de films (Marguerite Duras, Chantal Akerman) o de “simples” obras  conceptuales (Joëlle Tuerlinckx, Ceal Floyer). Estas piezas “protocolares”, provenientes del ritual en torno a la aparición y la desaparición, reivindican el lugar del comitente o del intérprete, al tiempo que comprometen al artista  a tener una  presencia renovada y necesaria  en el proceso de reactivación de su pieza”.










[1] Béatrice Josse/Hélène Guenin, “In/visibles, Collection, Productions, Frac Lorraine, jrp.ringier, Zurich, 2006.

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