sábado, 9 de julio de 2016

CENTRO DE ARTE “EXPERIMENTAL”


En la columna anterior  sostengo que hay que montar experiencias de innovación. Es una manera modesta y medida para no tener que usar la palabra “experimentación”.

Esta última se refiere a  algo  relativo a  in-edición, mientras  que la innovación está definida en relación al avance de algo que sirve de referencia.  El modelo que se ha revelado como posible de implementar es el del Laboratorio. Así nos lo plantea la burocracia del CNCA, cuando sostiene el montaje de un Centro de Arte “experimental”.  Pero no define en qué consiste dicho Laboratorio.   Lo que se supone es que en su “interior” habrá experiencias que definirán  propuestas que serán, a su vez, replicadas hacia el resto de las regiones.  De modo que la justificación está hecha: se experimenta para  desarrollar las regiones y no para internacionalizar(se). 

Lo anterior está muy bien, a condición de decidir quien será el personal encargado de conducir y realizar los Laboratorios. ¿Habrá un “concurso” nacional de propuestas? Porque tampoco se han definido los próceres que seleccionarán las propuestas. Y luego, tampoco han sido definidos los formatos en que dichas experiencias van a ser replicadas en regiones. De modo que propongo que se entienda lo “experimental”, simplemente como el horizonte de posibilidad para una innovación cuya garantía proviene desde fuera, como la ciencia  externa en relación al proletariado (es un chiste).

Así concebidas las cosas, es de suponer que las instancias de experimentación deben considerar la presencia de un staff de eminentes artistas cuyas obras definirán las coordenadas de lo que tiene que ad/venir.  Pero esta iniciativa es de una ingenuidad colonial abismante.  

¿Quiénes serán los eminentes referentes locales que estarán a cargo de estos Laboratorios? No me lo digan: serán tercerizados de manera encubierta para que algún magister universitario fracasado se haga cargo.  No es la manera.

Un Centro de Arte no existiría, probablemente, si la universidad hiciera lo que corresponde. Pero no lo hace. No da garantías. Por lo tanto, un Centro de Arte “experimental” debe  distanciarse de las academias chilenas. ¿De donde obtendrá su garantización? Obviamente de una entidad extranjera que lo acredite.

¡Fantástico! Un Centro de Arte “experimental” debe contratar una entidad que garantice, no solo probidad y calidad de trabajo, sino que debe asegurar a lo menos una colocabilidad mínima en el circuito eminente del arte contemporáneo.  Lo cual exige de parte de sus gestores una lectura de cuáles son esos circuitos y bajo que condiciones de colocabilidad van a ejecutar el contrato.   Porque no se trata de alianza. Para hacer alianza hay que tener alguna fuerza.  Aquí, lo que vale es un contrato para realizar un Laboratorio de experimentación cuyo objeto sea incrementar la colocabilidad del arte chileno.

La iniciativa editorial de “Copiar el Edén”, por ejemplo, fue planteada en este sentido; es decir, construir una colocabilidad editorial. Lo único que logró fue la distribución de una “guía telefónica” con los nombres y los números cambiados. Pero fue una loable iniciativa privada que se convirtió en política de Estado.  En este caso, de lo que se trata es montar desde el Estado un protocolo de contratación para asegurar la colocabilidad del arte chileno.  Entonces, la primera discusión es sobre la definición de la contratación. 

Hay que fijarse, primero, en lo que los  contratados posibles pueden significar y luego en las zonas de  inversión posibles, tanto en lo geográfico como en lo funcional. Es decir, de si todo esto se hace para llegar con proyectos asignables a las Ferias más significativas; o bien, si esto se hace para lograr “enganchar” unas exposiciones de artistas chilenos en museos y/o centros de arte importantes.  Pero aquí, habría que apostar a qué museos y a qué centros, ahora que los muesos españoles estén en una evidente crisis financiera. Eso significaría que el peor negocio sería contratar a curadores españoles. Entonces, ¿franceses?  Ellos mismos están medio fuera de la escena más eminente. Apenas pueden consigo. Si bien, tienen algunas experiencias metodológicas muy interesantes. Pero nada de eso asegura inscriptividad en el sistema (real) del arte.  Entonces, ¿Alemanes? ¿Británicos?  Salen muy caros. ¿Brasileros? ¿Argentinos? Salen más baratos.

¿Contratamos a un equipo de una escuela estadounidense de curatoría? ¿Enganchamos a un  ex -empleado de un gran centro de arte?  Nada de eso garantiza una exhibición, a menos que esté escrito en el contrato mismo. 

De modo que la experimentalidad del Centro de Arte estaría justificada solo como instancia de preparación de un equipo susceptible de convertirse en “selección de colocación”, en el marco de una estrategia de fortalecimiento de la Vanidad Estatal, para cuya promoción habría que  contratar a su vez  una agencia de comunicaciones para que realizara el trabajo post-venta  de consecuencia. 

¡Esto sería perfecto! Solo hay que definir la modalidad del contrato y el procedimiento de selección de los artistas.  Lo cual significa sostenerlos financieramente durante los meses que dure el Laboratorio, incluyendo presupuesto  razonable para producción de obras.

¿Cuánto se demorarán en esto? ¡Que sea rápido! ¡Que comiencen ya!  Que escojan a los cinco de la fama. No se necesita más. Un equipo para nada numeroso pero “super” competente.  Pero con estadías largas del  conductor del Laboratorio, que debe ser un extranjero eminente que esté dispuesto a aceptar la cláusula que he señalado  previamente.  De este modo, Cerrillos sería un Centro de Arte destinado a producir  la colocabilidad internacional del arte chileno. 

Pero esto, no significa para nada  pensar en el desarrollo de una política nacional de artes de la visualidad, sino tan solo, montar un  dispositivo de excepción destinado a resolver la crisis de colocabilidad internacional del arte chileno.




No hay comentarios:

Publicar un comentario