jueves, 2 de junio de 2016

OBRA INSTITUCIONAL (2)


La Obra Institucional de Camilo Yáñez ha sido mal comprendida por académicos, curadores y directores de museos.  Estos últimos no han comprendido el alcance irruptivamente estratégico de esta obra, que opera desde la ficción generativa y abre perspectivas de interlocución formal jamás vistas en la escena plástica chilena.

Por de pronto,   estos objetores hacen manifiesta una posición conservadora que se resiste a comprender el alcance  de una re/modelación arquitectónica destinada a promover el rol diagramático de la propia arquitectura chilena contemporánea, como garante de un nuevo mapa de funciones para las artes visuales.  En cierto sentido, la actual propuesta chilena en la Bienal de Arquitectura de Venecia   permite un desbordamiento formal que afecta la función del arte contemporáneo como una práctica que  habilita nuevos usos de los suelos y declara su preeminencia conceptual en el debate montado para recuperar la ética en la política.

Ahora que han sido publicadas las bases para presentar proyectos,  Camilo Yáñez debe renunciar a su actividad de asesor ministerial para concentrar toda su aptitud en preparar la propuesta que debe representar a Chile en la próxima Bienal Internacional de Arte de Venecia –la madre de todas las bienales- , con Obra Institucional.  




Respecto de este tipo de bienales,  hay que entender que lo que se juega es la vanidad de los Estados. Y en este sentido, Obra Institucional es un caso ejemplar de crítica institucional, trabajada desde el interior de un sistema fragilizado que  exhibe de manera programática los indicios de su propia incompletud.

La capacidad que esta crítica tiene para señalar la existencia de una herida fundamental que opera como función generativa, es una garantía histórica para validar la hipótesis de afirmación de la contemporaneidad de lo no contemporáneo, porque combina esfuerzos de remodelación arquitectónica con obligaciones para la redefinición de funciones de nuevos destinos urbanos.  

La gran garantía programática de esta propuesta reside en la proyección de densidad expansiva, que toma sus atributos de un arte contextual acumulado en la reversión de los archivos y en la sumisión de las colecciones, para invertir la dialéctica materialista implícita en el arte de formulario sobre el que se sostiene la propuesta; que a estas alturas, podría adquirir las dimensiones de un verdadero arte fiscal. 

No es usual que una vanguardia plástica se sitúe en el centro mismo del poder, para hacer efectiva sus operaciones.  Sin embargo, Camilo Yáñez ha pasado a ser un héroe portador de la peligrosidad del arte como  operador de  fisura, en el seno mismo de una ministerialidad que debe ser entendida como un “momento democrático-burgués” en la marcha ineluctable  hacia la Transparencia Social. 

La verdad es que Obra Institucional, precedida por todo el acumulado simbólico de la Escena de Avanzada y del andamiaje referencial de la obra de Gonzalo Díaz, concentra una gran apuesta formal  hacia un futuro inclusivo y equitativo, en que las fuerzas que dibujan el deseo  de infracción no pueden sino prefigurarse como formalización  anticipada de una procesualidad que convierte esta práctica artística en el único espacio contra-neo-liberal,   interviniendo de manera ejemplar  en el escenario de una lucha  sin cuartel por el control de las nominaciones representativas del período.

Respecto de esta propuesta de critica  curatorial territorial  en el seno de la especulación  mercurial  inmobiliaria, Obra Institucional es la prueba que hacía falta, para demostrar  por contigüidad el lugar de la vanguardia política,   actualizando  la obra gruesa de las grandes transformaciones que tendrán lugar en la cultura chilena contemporánea,  teniendo como facilitador elemental al Ministro Ottone.

Obra Institucional es la mejor carta para la próxima Bienal de Venecia porque pone de manifiesto el esfuerzo de la vanguardia política por redefinir los términos de la producción de ciudadanía,  mediante  la equiparidad sacrificial  de las memorias documentarias del arte y   la (re)colección  libertariamente discriminante de indicios emblemáticos destinados a  redefinir el rol transicional del arte de formulario como  portador de la fiscalidad  estética  de la política.

En relación a lo anterior, las objeciones que se han levantado en contra  del Proyecto de Camilo Yáñez, Obra Institucional,  demuestran una obsesiva sujeción a formas de musealidad perimidas, para las que la Nación carece de pre/supuesto.  La pregunta por la legitimidad de un proyecto semejante es totalmente retórica, ya que apunta a reinstalar los principios de un arte académico que no desea  la instalación de condiciones favorables a la innovación social y a la experimentación formal como  expresiones de una actividad simbólica indicativa. 




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