lunes, 27 de junio de 2016

LA SOBERBIA TORPEZA DE UNA CONVOCATORIA.


El Consejo Nacional de la Cultura y las Artes, a través de los más preclaros representantes de la denominada  Macro Área de las Artes de la Visualidad,  nos “invita” al primer “Coloquio abierto de participación pública” con el objeto de abrir un diálogo con perspectiva de la construcción de la Política de las Artes de la Visualidad 2017-2022.   Además,  la “convocatoria” está muy mal redactada.

La torpeza de los autores no tiene parangón. Invitan a un diálogo abierto, porque admiten que ya han tenido diálogos privados de los que no se tiene registro.  ¿Dónde está la “memoria” de dicho proceso de consulta e investigación rigurosa sobre el estado actual de las artes visuales? Porque de lo contrario, en provecho de la transparencia, lo lógico sería esperar que estos extraordinarios gestores de la ansiedad funcionaria hicieran público un Informe de Campo. Es lo mínimo que se debe esperar de unos convocantes que se atribuyen su representación. En verdad, nada claro se podría haber esperado de ellos puesto que se han caracterizado por el secretismo, la exclusión, la extorsión y la amenaza. 

Un comportamiento de reyezuelos de área chica es incompatible con la conducción de proyectos de larga duración, que comprometen el destino histórico –como ellos mismos afirman- de las artes de la visualidad (híbrido administrativo que reúne el complejo de inferioridad de los fotógrafos, la “soberbia de pobre” de unos autoconsagrados artistas visuales y el “chanterío orgánico”  de un chiringuito que pasó a llamarse “artes mediales”).

Lo mínimo que se espera de parte de Simón Pérez y de Camilo Yáñez es un Informe que anticipe los conceptos que justifican la re-organización del área que regentan.  (Perdón: ¿quién es Simón Pérez? ¿Qué concurso ganó para llegar a estar donde está? O más bien: ¿a quien le ha ganado? Ser un yes men de Camilo Yáñez parece bastarle).  ¡Pero no!  ¡Tienen la osadía de declarar que el objeto del coloquio es “abrir un diálogo”!  Pero, ¿el mencionado diálogo no había sido abierto?  Esto tiene ribetes francamente ridículos. No es posible llamar diálogo a la práctica que ha empleado Camilo Yáñez de convocar a funcionarios a escucharlo hablar de “su” proyecto,  sabiendo que sobre ellos aplica un tipo de amedrentamiento que puede alcanzar la figura de un acoso laboral sin precedentes en el CNCA.  Maltrato del que Varinia Brodsky y otras funcionarias del servicio ya han sido objeto.  No se entiende por qué no interponen una demanda por tutela de derechos fundamentales en la Inspección del Trabajo.

Tampoco es posible llamar diálogo a convocatorias restringidas que comprometen a operadores universitarios que deben soportar presiones de toda índole para acceder a  ofertas que son planteadas bajo la (nueva) amenaza de “quedar fuera de la historia”, cuando no se trata de hacer ofertas de tercerización de funciones a  entidades de dudosa reputación.

La soberbia torpeza de estos  agentes de función delegada se hace manifiesta cuando declaran la existencia de un debate, cuando este todavía no ha tenido lugar. 

Camilo Yáñez no dialoga: vocifera, delimitando arbitrariamente nuevas funciones para organizar una verdadera  “cámpora del arte”. 

¿A quién se le ocurrió  “la genial”  idea de formular programas de desarrollo para regiones, haciendo caso omiso de la experiencia ya probada por todas las jefaturas que ha experimentado dicha área y cuya evaluación pone en tela de juicio muchas de sus iniciativas?

Pero  estos agentes de aduana han decidido innovar desde la ignorancia del campo específico, de un modo análogo a la  ofensiva fundacionalidad discursiva de Camilo Yáñez, que hace pésimos combinados con  sus lecturas rápidas de Szeeman y Olbrist,  con el propósito de legitimar el secuestro de los archivos, garantizar el nepotismo del eje “arcis-la-chile”,  favorecer con dineros públicos una internacionalización entregada a  ineptos gestores privados que hayan demostrado lealtad a la Nueva Mayoría y montar la superchería de unas relaciones institucionales pasando por encima de las jurisdicciones de algunos museos, en una abierta (y no sancionada todavía) usurpación de funciones.

El Coloquio es una invitación a ser cómplices de la degeneración  del debate,  promoviendo el enfrentamiento  de  los “principales miembros”  del mutilado campo de las artes de culto a los objetos caídos, de la fotografía  depresiva y  los nuevos medios ( a lo Kraftwerk pasado por agua),  montando  un remedo escenográfico que  satisface la  figura mitómana  de una participación bien temperada, con actores de diversa magnitud y consistencia, de modo que ocupen todo su tiempo en consumir un contaminado  debate mediante el cruce incomparable de intereses de una diversidad inarticulable. 

De este modo, cuando no se tiene un Informe de Referencia que delimite el debate y se recurra a la “recolección de ponencias” como si una política fuera el resultado de una actividad de “cazadora-recolectora”, lo más probable es que el Informe mantenido en secreto es de tal inconsistencia, que busca establecer por este medio un horizonte de espectativas respecto del cual puedan  redefinir sus inconsecuencias, que ya son visibles en la forma como se han establecido los “ejes” de esta discusión.

En términos estrictos, estos no son “ejes” sino  solo ”items” para rellenar los informes internos por área y sostener elementos nuevos para la modificación de las políticas.  En esta calidad obedecen a los intereses del servicio y no  provienen de los problemas reales del campo. Hay que disponer un gran sentido del abuso de confianza para  solicitar a la comunidad artística iniciativas con qué  resolver la crisis institucional del sector, si ya el Ministro  Delegado  ha hecho redactar una nueva organica que epistemológicamente está desajustada. 

Resulta sorprendente la confusión de los términos de los “items” y se nota que han sido redactados por un personal que no conoce el medio. No basta con ser el niño de los mandados de un artista RD para legitimar unos razonamientos que denotan la curiosa y fascinada  subordinación que gozan por su cercanía con “los ricos”.  Al final, tienen que resolver su no pertenencia al mercado a través de subsidios de Estado o del aporte  de las grandes mineras en crisis de ética ambiental.

Hablar de coleccionismo público, en las condiciones actuales de su pre/constitución, no solo es una irresponsabilidad administrativa, sino la expresión de una ignorancia sin límites que se ve fortalecida por una arbitrariedad interpretativa literal que acomoda la historiografía a los pequeños intereses   de  “tribus y bandas de guerreros salvajes”, que han revolucionado las formas internas de (la) acción partidaria.

La torpeza analítica llega a tal punto que caen en la propia trampa del universitarismo letal que ha conducido a las artes de la visualidad a configurarse como patalogía académica. La Formación y la Educación -¿cómo términos distintivos?-  están puestas junto a la Profesionalización,  porque no conciben otra vida artísca más que la fatalidad de la dupla “artista-docente”.  Camilo Yáñez no tiene ninguna facultad constitucional para intervenir en procedimientos de acreditación universitaria de la enseñanza de arte. Es un mercado en el que no tiene participación.  La profesionalización del sector no depende del mercado de la enseñanza universitaria de arte, sino de procesos más complejos y determinantes, como el campo editorial y los  nuevos modelos de negocios del galerismo, así como la transformación radical del concepto de exhibición en el arte contemporáneo.  ¡Sobre todo esto último!

Perdón, ¿qué significa “coproducción” regional-nacional-internacional? ¿Invitar a Cameron a Chiloé?  ¿Conocen  Simón Pérez y Camilo Yáñez las especificidades locales diferenciadas? ¿Conocen, seriamente,  el país? ¿De qué manera piensan que deben convivir en una misma formación artística, prácticas pre-modernas, con prácticas tardo-modernas y prácticas post-contemporáneas?  

Debieran informarnos antes de solicitar ponencias. Un conductor de procesos siempre proporciona marcos de referencia.  ¿Qué proceso conduciría Simón Pérez? ¿Cuáles son los marcos de referencias de estos dos insignes representantes? La formulación de “items” no se le llama metodología.  Ellos creen que así se denomina el “control de  asamblea”, ofreciendo subir las ponencias a la web, como expresión de “participación calificada”. 

(Se han mal acostumbrado a meterle el dedo en el ojo a la gente).

¿Y si algunos participantes tenemos  propuestas para cada uno de esos “items”, estamos obligados a inscribirnos en un solo casillero?  ¿No les parece que este cabildeo cumple con las modalidades del “arte de formulario” que tanto he denunciado? Se les olvidó señalar el triángulo originario: Objetivo / Fundamento / Descripción, para ordenar la admisibilidad discursiva de las ponencias.

La manera de combatir la torpeza soberbia de los operadores de área es exigiendoles que a la brevedad publiquen un documento consistente sobre las perspectivas de desarrollo del área. De lo contrario, ante la ausencia de informe, debiéramos  cobrar por nuestra participación en el coloquio, porque  les estaríamos haciendo el trabajo.

¿Para qué les pagan?  Trabajen. No confundan trabajo real con “pequeña intriga lobbysta”.

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