miércoles, 4 de mayo de 2016

MARTA COLVIN: LIBRO.





Ayer, en Galería Arte Espacio tuvo lugar la presentación del libro MARTA COLVIN, editado bajo los cuidados de un equipo liderado por Jorge Colvin. 

Si pienso en el último párrafo de la última columna, este es un caso de autonomía editorial e investigativa que no pasó por  la garantización de  ninguna estructura universitaria reconocida, y cuyo  producto terminó inscribiéndose en el MNBA como insumo para el estudio de la obra de la artista.  Este fue un extraordinario y perturbado trabajo que se extendió por una década,  superando todas las dificultades de rigor, desde las conceptuales, historiográficas,  documentales y financieras.

Milan Ivelic hizo una pequeña conferencia de presentación en la que mencionó a los autores de los ensayos, pero sobre todo  expuso una aproximación  crítico-colaborativa a la obra de Marta Colvin, insistiendo en su autonomía formal y en la proyección monumental de una obra ejemplar.  Pero se refirió también a algunos aspectos de su biografía, que no se toman en consideración. Como por ejemplo, que inicia sus estudios en Bellas Artes a los treinta años y que tiene cuarenta y uno cuando se instala en Paris. Es una artista grande, que no ha sido becada.  Carece de la ingenuidad de quienes no saben donde llegan porque carecen de estructuras de recepción consistentes.  El secreto de llegar es saber cómo y donde llegar.  Me refiero a redes intelectuales y afectivas de acogida. 

En el libro hay una sección de textos escritos por Marta Colvin en la Revista ProArte, que funcionó a comienzos de los años cincuenta y cuya comparación con revistas de hoy es “incomparable”; es decir, inconducente. No hay revista que cumpla esa tarea de “construcción de escena”.  Ni Arte al Límite, ni La Panera, ni Artishock, construyen nada, solo difunden el pensamiento políticamente correcto de un mercado auto-complacido, que sabe a quien mencionar de la escena internacional para hacer como si las cosas existieran de otro modo. 

¿De quien habla Marta Colvin?  Nótese bien: de Henri Laurens, de Jean Le Moal, de Etienne Martin, de Ossip Zadkine, de Henry Moore, de Marie-Therese Pinto.  Ah! Le Moal ya era conocido por los artistas chilenos, ya que estaba presente en la exposición francesa de 1950. 

Pero también,  en el libro hay fragmentos de textos de Jacques Lassaigne, de Pierre Volboudt, de Denys Chevalier  y de  Paule-Marie Grand. Todo son textos de 1967, cuando ya ha regresado a Francia con el premio de la Bienal de Sao Paulo.  Pero nadie en Chile quiere saber quien era  ella en la escena francesa,  antes de  ser seleccionada para ir a Sao Paulo y pelear un premio, con el apoyo de la crítica francesa. 

Es decir, la crítica francesa real de fines de los años cincuenta y comienzos de los sesenta, con la que se encontraba habitualmente y con la que mantenía relaciones estrechas.  Esto no se logra de la noche a la mañana y no se construye sin tener una idea precisa sobre como funciona en una escena local, el deseo de artista.

¿Cuál era la escena local de Marta Colvin? A mi juicio, la escena chilena no era una “escena”, propiamente hablando.  Lo cual nos deja la tarea de definir qué es una escena y cuando se constituye como tal.  Marta Colvin llega a Sao Paulo  siendo una artista universal que se hace portadora del discurso dominante de la crítica francesa, que ejerce un poder significativo en la organización de la institución artística de post-guerra. Esto, por una razón muy simple.  La mayoría de  los críticos que tienen visibilidad en los años cincuenta pertenecieron a los dispositivos culturales de la Francia Libre y fueron exilados durante la guerra del 40-45. 

Milan Ivelic se hizo la pregunta: ¿quiénes eran  Elliot y Romera para la crítica internacional?  Nadie.  ¿Ellos “acogen” a Marta Colvin?  Se sorprenden por su inscripción internacional.  El único que tenía algún peso en el ambiente de la crítica local era Luis Oyarzún.   Entonces, nada.  La institución encargada del envío chileno es el Instituto de Extensión de Artes Plásticas.  Según esto, Marta Colvin sería una enviada de la Facultad.   Pero no.  Marta Colvin no llega como “chilena” ni como “académica” universitaria a Sao Paulo.   Esos son dos atributos que más bien le harían un caro favor en ese contexto. La verdad es que Marta Colvin va a Sao Paulo como representante oficiosa de la crítica francesa.  Al menos, es una hipótesis plausible para trabajar en estudios  independientes por venir.




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