lunes, 23 de mayo de 2016

CHILE: UN CASO DE GEOMETRISMO FRUSTRADO.


En una columna anterior formulé el chiste por el cual el geometrismo chileno siempre estuvo a la cola de un capitalismo tardío destinado al mercado interno.  La idea implícita en el chiste está mal formulada. No es el capitalismo tardío  el que está en veremos, sino el modelo industrial que formaba parte de este.  Ese era el referente  modernizante para formular la hipótesis de existencia de un geometrismo  ilustrativo post-cubista. 

Es muy curioso:  Vergara Grez organizó un “movimiento” y se preocupó de cortar la cabeza a quien amenazara su liderazgo.  Algunos de sus  “discípulos”  parecen ser “más interesantes”.  Reconocerlo es producto del trabajo de la crítica. 

Por ejemplo:  ¿de qué modo el geometrismo de Vergara Grez impide avanzar  hacia un concretismo incipiente?  No estaba en medida de compréndelo.  Lo que supone la existencia de un obstáculo epistemológico.  ¿Acaso Ortúzar puede ser  recuperado como un proto-concreto? Todo  haría pensar  que entre Ortúzar y Vergara Grez no hubo, prácticamente, relación alguna.   Vergara Grez hizo todo por “ningunear” a Matilde Pérez, que se tuvo que refugiar en un “cinetismo” minoritario para poder sobrevivir en el seno de una Facultad  en que  los  reformistas  del 65 ya le hacía la vida imposible? 

A ver: una cosa es encontrar  un artista que en respecto del conjunto de su obra, posee un momento  “cinético”. Se puede  hacer lobby  para sobredimensionar este momento  con críticos contemporáneos  latinoamericanos para incorporarlo –aunque sea de manera tardía- a la gran historia del cinetismo.   Otra cosa es  inventar la existencia de un cinetismo local  que dependería de una  filiación  reivindicable entre Matilde Pérez y Vassarely.  

Una relación episódica y superficial no es suficiente para sostener una dependencia estructural que daría pie al reconocimiento de un cinetismo local de mínima consistencia.    Ni siquiera  sosteniendo una vía de traslado  imprevisible  a través de Le Parc.  No es posible inventar tanto y que esto quede en la total impunidad académica.  Siempre vamos a encontrar  un caso excepcional  minoritario que alimente la hipótesis de existencia de un  primitivismo excepcional.

La existencia de unas cuantas “obras en movimiento” de Matilde Pérez, con todo respeto, no habilitan su inscripción epistémica en la epopeya del cinetismo internacional.  Y aunque así lo fuera, solo representa  la expresión de una iniciativa solitaria que no alcanza a constituirse siquiera en tendencia.  Basta con saber que así lo hizo, contra viento y marea,  y que la factura de sus piezas  denota  una  “tierna  artesanía” mecánica y eléctrica,   que   se situaba a gran distancia de las ciencias y de un tipo de racionalidad artística  que la pusiera en línea con algún tipo de abstracción radical.  Aún así, es “interesante” y su valor reside en su carácter anómalo.  Pero no mucho más.  Y está todo bien. Pero no inventemos una historia de eslabones perdidos del arte nacional, como Ramón Castillo lo sugiere en una entrevista no-académica, pero que tiene la pretensión de publicitarse como efecto académico. 

Una cosa lleva a la otra. No me hubiera fijado en esta frase, si no hubiese guardado unos recortes de revistas.   La encontré  en un numero de Revista Paula de septiembre del año pasado, relativo al envío chileno a la Bienal del Mercosur.  Pero ese envío  no resultó.   La hipótesis que Ramón Castillo quiso validar  a través del blanqueo  que le proporcionaba el aparato de una bienal garantizadora, no funcionó.

Y ahora, probablemente, lo que hará será reponer la hipótesis a través de una curatoría de servicio local.  Ya veremos.  Tendrá que  trabajar mucho para demostrar, tanto  la pertenencia unitarizante como   la  forzada contigüidad de Ortúzar, Smith, Matilde, Poblete y Vergara Grez.  ¿Es eso un “movimiento” o la expresión de una  escena de transferencias perturbadas?  En el entendido que la perturbación presenta, desde ya un interés,  por la sola  dimensión de  su desarrollo excéntrico y de la singularidad de su retraso de inscriptivo  en una escena internacional.  ¿Alcanzarán a poner a Poblete? La familia ya se adelantó y prepara una exposición autónoma en el MNBA.  Frente a tanta inflación incuestionada, lo positivo es que la familia sostenga la Versión Poblete de la pintura geométrica.

En el fondo, el chiste inicial tiene  que ver con un chiste de correspondencia entre desarrollo de una industria ligada al mercado interno y  embrollo de un arte geométrico representativo de una ensoñación modernista.

No hay que dejar pasar el siguiente hecho: en 1959 fue publicada la obra de Aníbal Pinto Santa Cruz,  Chile: un caso de desarrollo frustrado, por Ediciones universitarias, con una  cubierta ilustrada  ¡por Nemesio Antúnez!  Busquen en Memoria Chilena.

Siguiendo el chiste, en 1959,  había un economista  que ya  describía las dificultades estructurales para acoger la existencia, en la escena artística chilena, de un geometrismo que  “sintomatizara”   una determinada idea de modernidad.  Desde ahí, lo único que cabe es sostener la hipótesis  según la cual  Chile,  (es)  un caso de geometrismo frustrado.

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