lunes, 2 de mayo de 2016

ACADÉMICOS EN ARTE


En estos días, un grupo de académicos  de artes y de  humanidades de diversas universidades han  redactado una Carta Abierta,  dirigida “al gobierno y al país para exigir una participación vinculante en el diseño de una nueva ley y un nuevo Ministerio de Ciencia y Tecnología”. 

Lo anterior deja en evidencia una situación grave  respecto de la relación que estos académicos tienen con el nuevo Ministerio de Cultura.  En términos estrictos, en lo que ha producción de conocimiento duro se refiere,  el interlocutor es un ente que todavía no existe.  Los fondos concursables  solo califican para la producción blanda, que en el marco de una estrategia de investigación de largo plazo solo cumple funciones auxiliares. 

La carta hace mención a una situación  crítica,  ya que  nuevas inyecciones de recursos no han sido acompañados por cambios  de  estructuras administrativas de investigación, ni por mejoras en los vínculos  y articulaciones de la investigación con la esfera pública.  De este modo,   la carta  da por sentado que esta discusión no será  entablada con los equipos de asesores a honorarios y funcionarios del planta del Centro Nacional de Escenografía, sino que reclama la necesidad de reconocer a un interlocutor  acreditado. 

Entonces, primero, la carta  omite el rol de unas estructuras existentes, a las que descalifica y desacredita, pero  luego, delata la existencia de una discriminación epistemológica: “Las políticas actuales de apoyo a la investigación académica deben ser reformuladas tomando en cuenta el rol central que tienen las artes y humanidades junto con la ciencia y la tecnología, y no subordinadas a ellas. La institucionalidad vigente impone mecánicamente los métodos, paradigmas y formas de validación científicas a las artes y las humanidades, restringiendo su desarrollo específico y su impacto social y cultural”.

No es casual que esta carta haya sido redactada después que la crisis de FONDECYT  fuera objeto del interés de la prensa durante los últimos meses, al punto que toda información sobre reformas  de las condiciones de trabajo implicadas en este debate,  favorecían de manera manifiesta a los investigadores de  ciencia y tecnología. De ahí, entonces, el efecto gremial de un malestar metodológico que no acepta la subordinación  paradigmática y reclama avanzar hacia condiciones superiores de  tratamiento de la cuestión.  Hasta aquí, todo bien.

Lo concreto es que los funcionarios del Ministerio de Ritos para Poblaciones Vulnerables no son reconocidos como interlocutores para el debate académico  referido por los investigadores.  Lo cierto es que la misión de este ministerio jamás ha sido la producción de conocimiento, sino el manejo de imaginarios fragilizados. 

Sin embargo, hay un detalle en esta carta que merece ser relevado.  La firman académicos de artes y humanidades.  Pero, se entiende que  en la distribución  universitaria las artes pertenecen a las humanidades.

Artes, en este caso, no involucra a los artistas, sino a los investigadores en “ciencias del arte”.  Y de este modo, estarían incluidos en el vasto campo de las ciencias humanas.
Las universidades no están en condiciones de  exhibir  cuerpos de docentes y de investigadores, en número suficiente,  cuyas investigaciones  hayan sido  evaluadas por un cuerpo de acreditadores  reconocidos.  Si nos atenemos a las exigencias de las publicaciones indexadas,  por ejemplo,  veremos que los textos de arte no se caracterizan por tener una presencia significativa. 

Se hace necesario establecer  la cifra efectiva de los investigadores de la comunidad local de  académicos en arte con proyectos actuales  en curso.   

Si comparamos esta situación con las producciones de investigadores  autónomos que no pertenecen al ámbito universitario, tenemos que rendirnos a la evidencia que las exposiciones de infraestructura producen mayores y más significativos insumos para la producción de conocimiento en artes, que las escrituras académicas. 


 (A título ilustrativo,  para investigadores, documento de reconstrucción de la instalación Sala de Espera, leppe, nov.1980, Galería SUR, Santiago de Chile)
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