jueves, 21 de abril de 2016

ADMINISTRACIÓN DE MEDIOCRIDAD ACREDITADA


Había dos palabras en la columna anterior: arreo y desvarío. La primera fue escrita para designar el funcionamiento del área de artes visuales.  Arrear bueyes; conducir un piño.  Supone la figura del artista como un arriero.  Es así como entienden hacer política.  Pasar animales de contrabando a través de pasos  cordilleranos no habilitados. La segunda fue inscrita para designar la impostura de las artes mediales, en su fuga respecto de las exigencias del espacio audiovisual, porque de lo contrario, Rivera estaría frito.  Solo puede especular en el terreno de la “medialidad” porque no es capaz de levantar nada serio en el terreno de los Medios, en sentido estricto. Lo único que hace bien  es diseñar  dossiers con citas bien diagramadas destinados a embaucar a incautos funcionarios. 




La “medialidad” chilena parece justificarse por la sola realización de una bienal de post-video, cuando en términos estrictos su destino está en el área de la “industria creativa”, apegada a la industria de la entretención (videojuegos) y de la inteligencia policial.  La fotografía es la sección subordinada entre la visualidad y la medialidad de servicio, sin saber a qué atenerse, subordinada a la voracidad de operadores de festivales que le consumen parte significativa del presupuesto. 

Todo parece conducir al mantenimiento subsidiario de las artes visuales, la fotografía y las “artes mediales” como una sobra  institucional jamás consolidada en el terreno de las Industrias Culturales.  En la medida que (de)muestran su imposibilidad estructural de constituirse en industria son protegidas como zonas precarias de una creatividad desfalleciente. El problema no son los artistas ni los fotógrafos ni los “artistas mediales”, sino los funcionarios que determinan la calidad y cantidad de los créditos. Por ejemplo, el destino de la fotografía es la industria editorial a través de la promoción de este nuevo formato de salvación que es el foto-libro.  Ya no debiera haber festivales de fotografía sino ferias de foto-libros. El soporte “natural” de la fotografía es el libro y no la sala de exhibiciones.

Los video-artistas no existen ya como secta minoritaria, porque el video ha devenido soporte mayoritario de artistas en el seno de escenas post-pictóricas, con fuertes alianzas con una  post-musealidad de primer mundillo.  Desde su fracasado intento por incorporarse a la televisión cultural y a la exhibición medial musealizada, los video-artistas tienen que rendirse a la evidente exigencia de ser simplemente, artistas visuales, y competir  por una lonja de espacio de sobrevivencia con los operadores de dispositivos objetuales y de intervención social en el mercado  de la Alternativa.  Si a este contingente le agregamos a las coreógrafas y coreógrafos que no participan de la industria de la programación-a-mil y buscan un hueco entre las ruinas (escenografías encontradas), tenemos una “nueva invención” presupuestaria: la transdisciplina frágil e indocumentada.

En relación a lo anterior, el área de artes visuales, fotografía y medialidad del CNCA refleja la realidad de un síntoma de in/constitución programada.  Ante este tipo de fracaso, hay quienes piensan que la manipulación de los archivos y la conversión de los documentos en piezas visuales de una literalidad ilustrativa puede ser una política  ministerial, que no hay que entender como expresión de una  “política pública” sino –simplemente- como la voluntad despótica de un ministro, asesorado por operadores que han abandonado la Obra en provecho de una Colusión destinada a reproducir la sabiduría docente  como soporte de la mediocridad del arte chileno contemporáneo.

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