miércoles, 2 de marzo de 2016

EXPORTABILIDAD Y COLOCABILIDAD (2).


La exportabilidad no existe.  Lo más probable es que la colocación del arte chileno  esté determinada por factores que no pueden ser recuperados por estudio alguno. 

¿Colocar, donde?, ¿En qué circuito?, ¿Mediante qué plataformas? Estamos hablando de dos, principalmente: Ferias y Bienales. No son  las únicas.  Está el circuito de primera, de segunda, de tercera.  ¿A qué circuito internacional pertenecen las galerías chilenas?  Es muy posible que una adecuada articulación entre ferias y galerismo  suficientemente acreditado por instituciones discursivas pueda proporcionar un espacio de inscripción más eminente que el que actualmente conocemos. Sin embargo, dicha adecuación no resulta evidente a simple vista.

No diré cuáles. Son solo dos las galerías que  cumplen con las exigencias del sistema internacional real; es decir, que soportan mantener inversiones de colocación consistentes y cuyas acciones se traducen en reconocimiento museal internacional.  Porque las bienales, en general, favorecen a artistas que están representados por galerías extranjeras. 

También, entre las bienales, hay que hacer distinciones.  Solo tomemos como referencia determinante las de Venecia y de Sao Paulo. El resto es de segundo y de tercer orden. Al igual que la participación en ferias. Las hay de primera, de segunda, de tercera.  La cuestión es saber si se cubren los costos mínimos, porque de todos modos, la inversión es más compleja; no se recupera de inmediato y no es, estrictamente hablando, económica. A veces, para estar en el negocio real, hay que invertir más de lo que se recupera. ¿Qué galería  posee cobertura para sostener una inversión simbólica de envergadura, en un plazo mediano? 

La hipótesis de la exportabilidad depende de la colocabilidad.  En algún momento, pensamos que la exportabilidad era un potencial, a condición de transformar drásticamente el modelo de negocios del galerismo. 

Lo que fue planteado en el 2008 como un deseo complejo y problemático, sin embargo, no fue refrendado por esfuerzo alguno.  No fue posible.  Los niveles de inversión no fueron suficientes para satisfacer las expectativas.  Como digo, fuera de dos galerías, no existe posibilidad de cumplir con las más mínimas exigencias que hoy día  plantea la colocabilidad. 

Más aún, cuando ha habido una regresión en los criterios empleados por las autoridades del CNCA, en lo que a bienalidad  de artes visuales se refiere.  En vez de sostener una política de alianza entre Estado y galerismo extranjero consolidado,  en provecho de la inscripción de artistas ya  reconocidos en el  sistema de arte internacional, ha resuelto favorecer opciones de  premiación por servicios cumplidos a artistas  de retaguardia, sin siquiera  cuidarse de resolver severos conflictos de interés.

El problema con la exportabilidad es que está determinada por el horizonte de demanda.  El punto a resolver es a qué tipo de demanda vamos a responder.  También existen demandas de primera, de segunda y de tercera. Solo hay que fijar los rangos de las  ligas  en las que estamos dispuestos a cumplir algún papel. De este modo, nadie se engañaría. 

Al “arte político”  chileno de los ochenta ya le fue fijado un precio. No quedan muchas obras, y las que quedan son rarezas que pueden aumentar su precio, solo hasta un rango razonable.  Lo cierto es que  la oferta es limitada.  

Lo único que salva,  es el “mercado de los papeles”; es decir, de los documentos. Y de eso, podría existir un problema, en la medida que las instituciones de archivo nacionales no estarían en condiciones de competir con instituciones extranjeras.  Entonces, lo que ya está ocurriendo es que importantes fuentes primarias y especímenes bibliográficos de gran valor ya están en bibliotecas y centros de documentación de prestigiosas instituciones  del Primer Mundo. 

Resulta increíble que se sostenga una hipótesis sobre exportabilidad cuando ni siquiera es posible salvaguardar el patrimonio de las artes visuales. 



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