domingo, 21 de febrero de 2016

FARRIOL EMBOSCADO


A Farriol le llueve sobre mojado. El Mercurio no lo quiere. ¡Ni que  el diario fuera el difusor de la política del gabinete de Cultura!  Ya nadie sabe para quien trabaja.  Entonces,  ¿a quien representa  quien hace las preguntas?  No la descalifico, solo pongo sus palabras en perspectiva.   De todos modos, el tema no es la gratuidad.  Siempre fue una medida populista que no garantizaba el aumento de la afluencia de público.  Incluso, la masificación de la afluencia de público al museo puede ser el síntoma de una gran equívoco.  Buenísimas exposiciones pueden tener poco público; es decir, el que corresponde.   Más aún, cuando  el aumento de las visitas tampoco tiene que ver con la “calidad” de la programación.   Lo que está en juego es el concepto de mediación, porque define, sea cual fuere la programación, una política de relaciones del museo con sus públicos diferenciados.  




Desde que el museo fue convertido en “centro cultural”, a fines de los años sesenta, se dio inicio  una grave  depreciación de su función en relación al trabajo con la colección.  Una noción como ésta no existía en ese entonces.  De hecho,  el concepto de recuperación de colecciones es relativamente reciente y está ligado al nacimiento del Centro Nacional de Conservación y Restauración, en 1982.  El trabajo  inicial de  re/puesta en valor  del acervo del MNBA  le corresponde  a la dirección de Milan Ivelic.  Pero en ese sentido, Milan prolongó la ideología culturalista de Antúnez.  Al menos, en todos los años que estuvo a la cabeza, actuó siempre como algo más que un director, porque  ese era el estatuto simbólico del cargo.  Sin embargo, fue demasiado prudente ante la autoridad política.  Pero esta es una apreciación que no reduce la dignidad con que sostuvo el cargo.

Independiente de lo anterior,  en paralelo al avance del Patrimonialismo  Global,  se ha  instalado una tendencia creciente entre los profesionales del sector del patrimonio en  considerar que un Museo de Bellas Artes  se debe a la puesta en valor de sus colecciones  y no a fungir como un mediocre sustituto de una galería nacional de arte.   La contemporaneidad del museo se juega en  hacer contemporáneo lo no-contemporáneo; no exhibiendo obras de artistas contemporáneos.  Dicho sea de paso, las consagraciones y reconocimientos de carrera de los artistas contemporáneos debiera tener su propio “templo”.  La carga contemporánea del MNBA se explica por la miseria institucional del MAC, en parte.

Esta situación de dominio de lo contemporáneo  fue sintomática cuando  muchos de quienes  se presentaron al concurso del 2013 fueron precisamente artistas contemporáneos, que no tenían ninguna posición sobre la puesta en valor de las colecciones.   Todo lo contrario.  No tenían la menor empatía con el acervo. Ni lo conocían.  Farriol, por ejemplo, ¿conocía la colección?  Ya no es necesario hacerse la pregunta. 

De todos  modos,  no sabemos si la actual dirección completó o modificó o reforzó los términos del Plan de Desarrollo Estratégico que se supone existía con la anterior administración.   De modo que el punto no es el de la gratuidad ni el del aumento o decrecimiento de las visitas. El verdadero punto a discutir es el Plan de Desarrollo. Y para ser justos,  al actual director se le ha dotado con mayores  recursos  para implementarlo, aunque el Plan, ningún miembro de la comunidad artística lo conoce.

Sin embargo, nada de ello parece justificar  la encuesta de El Mercurio,  empeñada en descalificar a Farriol con cifras en la mano, disponiendo  la ventaja de responder su  escueta carta del  18 de febrero con una crónica de una página  entera el día 20.   ¡Y continua hoy domingo con  el relato de “insólitas situaciones que desnudan precariedad de los museos chilenos”,   lo cual nos da serios indicios para pensar que a Farriol le tendieron una emboscada comunicacional, que  en los “hechos de papel”  ha sido absolutamente efectiva.  

Si se instala la idea de que El Mercurio  favorece la caída  de Farriol, el  director de la DIBAM no debiera estar muy contento  que le dicten la política desde un diario.  Sin embargo,  el Ministro Ottone se debiera frotar las manos porque esta ofensiva del diario legitima su propia usurpación.   Sin embargo, en la base de la crónica de hoy, Cultura es colocada como la gran culpable de la depreciación  del Patrimonio, abriendo un nuevo flanco de polémica, ya que en el horizonte, lo que emerge como problema  es la inutilidad de los fondos para “creación”,  junto al financiamiento de los “centros culturales”  en que se da a entender que son como dispositivos de propaganda del gobierno.   Como he dicho, ya nadie sabe para quien trabaja.  

¿Acaso en El Mercurio no  han pensado  que al quitarle el piso a  Farriol están desautorizando de manera  indirecta   la política de Magdalena Krebs en la DIBAM? 
Al final, no han sido claros en separar las aguas.  Debieran pensar en esta hipótesis y en la injusticia implícita de esta campaña.  Incluso,   el asedio a Farriol  llega hasta  fomentar la distribución de los entrevistados del sábado  como si algunos de ellos ya fueran candidatos del propio diario; lo cual no deja de ser un acto de osadía que los puede quemar antes de que la carrera se inicie.  

El caso es que si el Ministro Ottone, legitimado por  El Mercurio, despide a Farriol, debiera iniciar de inmediato el llamado a concurso.  En tal caso,  el diario ya no podría  vigilar  la transparencia del proceso porque ya habría exhibido la preferencia por un candidato.   Ya conocemos de qué manera este  gabinete  convierte los concursos en ceremonias de ratificación de decisiones ya tomadas.  Tampoco digamos que es una sorpresa. Es lo que es.

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