lunes, 18 de enero de 2016

MADRES-CON-HIJOS (2)


El  viernes de la semana pasada, en la Biblioteca Municipal de El Carmen, a 35 kms al sur de Chillán, se daba inicio a un seminario sobre Cultura y Territorio, en el que se di iba a discutir una serie de problemas relativos al rol diferenciador de la comuna en la perspectiva de la nueva Región de Ñuble. 
Mientras tomábamos el café previo a la apertura, recibí un correo en el que remitían una columna escrita por la periodista Vivian Lavín, de la Radio de la Universidad de Chile (http://radio.uchile.cl/2016/01/15/nuestra-inferioridad-cultural?platform=hootsuite).
¡Cual no sería mi sorpresa al leer el primer párrafo!:

 Mientras el arquitecto chileno Alejandro Aravena es distinguido con el Premio Pritzker, el más importante galardón al que un proyectista puede aspirar, conocido como el Premio Nobel de Arquitectura, nosotros, los chilenos, celebramos los 10 años del Centro Cultural Palacio La Moneda con una obra del maestro italiano Sandro Botticelli que, con un metro de alto y solo 71 centímetros de ancho, resume las claves de lo que fue el Renacimiento”.

El seminario abrió con la proyección de una ponencia de Alejandro Aravena, en la que hablaba de su trabajo y planteaba dos cuestiones: innovación y trabajo con las comunidades. Pero había un agregado: coordinación y sentido común. Todas estas ideas circularon para dar comienzo al seminario.  De modo que, tomando estas dos últimas nociones,  abordé mi tema tomando como eje el caso de la organización de los productores de castañas de la comuna.

Los hombres producen sus condiciones culturales de reconocimiento a partir de cómo producen las condiciones de su vida misma.  ¿Que sencillo, no?  Lo más importante era, pues, la organización de los productores, para defender un precio justo y  asegurar el mejoramiento de la calidad del producto. 

Cultura no es traer espectáculos ni inventar festivales veraniegos. Cultura es integrar los elementos de  producción y representación de la vida cotidiana. De ahí que, mientras preparaba mis apuntes, leí rápidamente la columna de Vivian Lavín. 

Si se trata de Madre-con-hijo, estamos llenos de historias heroicas y ejemplares. Entonces, la innovación estaba en el retorno de lo arcaico, bajo nuevas condiciones de contemporaneidad.  ¿No es eso, acaso, puro sentido común? Aravena lo planteaba a propósito del poder de síntesis del diseño. Se me ocurría que en el trabajo cultural hay un poder de síntesis que consiste en el hilván de todas estas cuestiones que configuran un imaginario local.  En ese sentido, Botticelli está en todas partes. La imagen Madre-con-hijo está en todas partes.

En el descanso de media mañana, recorrí la biblioteca. En El Carmen, la biblioteca es más que una biblioteca; es en parte centro cívico y en parte centro cultural. Su efecto de funcionamiento es expansivo.  Entonces, leyendo las declaraciones del Ministro Ottone sobre el Paro de la DIBAM, no cabe qué pensar en términos de su credibilidad para liderar procesos complejos. Esta biblioteca, por ejemplo, hace más que todo el CNCA en la región.  Trabaja en las bases mismas de la cultura local.  Posee la densidad de  disponer, en las estanterías de la sala de lectura, la obra de Sonia Montecinos, “sobre madres y huachos”.  Recomiendo ir directamente al capítulo sobre las tradiciones mariales en la cultura popular chilena. O sea, historias de Madres-con-hijos, en la base de nuestras representaciones inconscientes del poder.

Entonces, al comenzar la segunda parte del seminario, me resuena otra cita de Vivian Lavín, comparando el gesto del CCPLM y el gesto de Aravena, porque señalan dos modelos de trabajo cultural antagónico. En una entrevista a un diario español a la hora de explicar las bases éticas y estéticas de su trabajo, Aravena señala que  “La escasez de recursos obliga a la abundancia de sentido”.  En la decisión del CCPLM  queda manifiesta su gran escasez de conceptos sobre la responsabilidad de su lugar en la investigación de los imaginarios locales.

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