miércoles, 9 de diciembre de 2015

SISTEMA DE FILTRADO


Camilo Yáñez sigue trabajando en el montaje de la exposición cuyo título todavía desconozco. Manejo la situación desde la exposición en Espacio H. Así, percibo que la serie de láminas se enfrentan a dos muros, en ángulo, donde se reproduce tres palabras, invertidas: Sumergidos en paradojas. Todo en alta; en  berthold akzidenz grotesk, una familia anterior a la Helvética.  Esto señala una expansión, desde el papel impreso al muro pintado. Es decir, desde una plataforma de condensación de primer nivel, hacia una superficie de recepción de segundo nivel, donde la condensación se ha comprimido aún más, paradojalmente  -valga la redundancia-  para expandir el sentido. Lo cual remite a la dependencia de uno de los enunciados de las láminas: Es fascinante nadar entre tiburones.  Lo que supone, por cierto, la existencia referencial de un medio acuático cerrado y un depredador que se encarga de quienes no cumplen con las reglas fijadas por los operadores-de-acuario.  Esto es, un espacio de re/creación del discurso, en el que cada frase consignada por Camilo Yáñez revela el proceso de homogenización del enunciado, independiente de la intención ajustada.  El habla es recolectada desde el campo impreso para ser revitalizada desde su exclusión y transporte hacia un campo para el que solo cumple roles de sustitución representativa.  Siendo éste el “verdadero” carácter  de este proceso,  mediante el cual, Camilo Yáñez se convierte en ropavejero del lenguaje literalmente ordinarizado  por la clase política. Lo que estos  muros sostienen, entonces, es un  condensado   estado de excepción.

En medio la sala de piso de  baldosas de granito Camilo Yáñez ha dispuesto una piscina de proporciones razonablemente domiciliarias, a la que todavía no le monta una jaula metálica destinada a aislarla del público.  La razón no es de seguridad laboral o para proteger a los visitantes, sino para declarar la prohibición manifiesta de su acceso; como si dijera “esto que está aquí, al alcance de la mano, no es para ti”.  Esa agua no sirve ni para beberla ni para bañarse, sino solamente para observar cómo circula, gracias a un motor eléctrico del que depende la fuerza de su movimiento interno, en un flujo que autoriza su propia auto-reproducción. 

Esta piscina es, en verdad, un modelo de funcionamiento del parlamento, que funciona gracias a una bomba de filtración –sinónimo de mesa de trabajo-,  encargada de absorber  la pulsión social acuática contenida  en la piscina, para convertirla en proyecto de ley,  conduciéndola hacia el sistema de filtrado  del partido y de las comisiones parlamentarias, para que el discurso de entrada sea  depurado.  Por esa razón,  es preciso  tener en cuenta cual será la  potencia disponible y comprobar que sea el mecanismo de filtrado  que necesitan los acuerdos de sala  para funcionar correctamente.  De este modo,  la piscina opera como proceso de depuración de todo discurso posible en el trabajo de licuar la conflictividad social. 

En la piscina hay nada. La amenaza de la palabra tiburón no tiene efectividad alguna. La reja de separación protege a quienes pueden alcanzar las condiciones mínimas del financiamiento que permite la operación del dispositivo.  Los operadores hablan de liquidez. Pero toda liquidez debe quedar consignada mediante un procedimiento de traspaso.  El agua depurada, finalmente, expone condiciones de transparencia que afectan la percepción de los objetos lingüísticos sumergidos en sus impropias paradojas.  De ahí, la inversión de la frase pintada en el muro,  activando la  reforma  geométrico-modernista  de la-chacón-corona,  desnaturalizada en su  traslado técnico básico.

De todo esto existen fundados antecedentes para relacionar esta pieza con obras anteriores, que denotan la existencia de un sistema de trabajo ya probado y que se ha consolidado.  En el envío chileno a la Quinta Bienal del Mercosur (2005) Camilo Yáñez participó con una pintura que resulta ser un antecedente ineludible para el montaje de hoy.  Para efectos de conocimiento cercano reproduzco esta obra, en la que los cuerpos están presentes y movilizados  de manera directa,  sosteniendo un gran lienzo al que Camilo Yáñez ha sustituido la consigna en provecho de un emblema cinético.  Este es el signo que hace falta en el arte chileno, ya que no asegura la existencia de una franja geométrica significativa, pese a las operaciones de inflación curatorial de estos últimos tiempos.  La ausencia de tal tendencia cubre con su racionalismo ilustrativo  lo expresado mediante la letra como deseo inacabable. De este modo, diez años después, la figura humana ha sido deportada del espacio gráfico para dejar –complejamente- a la vista y paciencia  (de la ciudadanía) las señales de su retracción.  La letra –en su figurabilidad- ha pasado a ocupar el lugar del cuerpo, en la refriega por el dominio de lo público. 


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