martes, 8 de diciembre de 2015

MURALISMO LETRISTA



Generalmente, se espera que la crítica aborde las obras una vez que estas han sido expuestas. Asisto al montaje de la exposición de Camilo Yáñez en Sala CCU.  Hace unos meses visité la faena de su montaje en  Espacio H.  Enrique Correa no había dado su entrevista en La Tercera todavía. Las frases escogidas por Camilo Yáñez y descontextualizadas para ser convertidas en enunciados interpelativos de arte se validan hoy día en su carácter anticipatorio.  Enrique Correa no es una persona singular, sino un significante político.  La sola  expresión de su deseo posee proyecciones monumentales que modifican el estatuto del documento en la historiografía chilena.   Correa no escribe; es un flatus vocis.  Otros imprimen por él/para él. 



En alguna ocasión ocasión pensé que  su habla era tan solo  el síntoma encubridor  de la política chilena en su máxima expresión. Me quedé corto.  El regreso del miedo es el título de la exposición de Camilo Yáñez en Espacio H y alude a la re-visibilización de la interpretabilidad que Correa instala como necesidad de una razón de estado católica; que es su definición original. 

Camilo Yáñez pensaba, en todo caso, en el regreso del fantasma de los camioneros golpistas, que la izquierda corporaliza a su conveniencia cuando demuestra su ineptud y debe recurrir al mito, a la poesía, y a los muertos para  blanquear su presente.  De esto, los que operan el negocio de la memoria, no hablan, ni van a hablar.  Para  promover la impunidad de su acción,  en el límite e alfabético del estupor, promueven  el texto de Todorov sobre los “usos de la memoria”. 

La obra de Camilo Yáñez  en Espacio H  reivindica el serigrafismo “de antes”, cuando se forjó el rito de la frase que mató a Félix Maruenda: el pueblo tiene arte con Allende.  Sin embargo, Camilo Yáñez hizo tributo a un enunciado balmesiano básico y se cuadró con el efecto manuscrito de la pintura  NO (1972).  Ese cuadro fue pintado como un homenaje al letrismo brigadista; es decir, el brigadismo originario, desnaturalizado por la figuración narrativo-ilustrativa de un programa de gobierno.  Camilo Yáñez se remonta a los orígenes de la propia impostura de la pintura manchística, al hacerse figuración de la letra muralizante, que de hecho, proviene de un afiche serigráfico producido un año antes y cuyos términos se exponían mediante la frase No a la sedición.


Sin embargo, la letra, en Camilo Yáñez no es manuscrita, sino  tipográfica.  Ni Dittborn pudo sacarse de encima el (d)efecto simbólico de la letra manuscrita; solo que la hacía escribir por otro. Esa distancia es la que construye la posición del perverso que goza con el diferimiento de la letra.  Leppe en cambio, en esa coyuntura, ponía el cuerpo de la letra.   No, no. Ponía su cuerpo en condición de letra; es decir, el inconsciente-a-la-carta.  Que como todos los académicos  saben,  no hace más que manifestarse como letra volada.

Por eso, en el  texto que escribe Manuel Vicuña para presentar El regreso del miedo, parte  haciendo referencia al cuento de Poe: La carta robada.  Obra a la carta, diríamos. Para señalar la reversión y la inversión del documento, a través de su escamoteo.  Correa opera el espacio político como Dupin,  forzando la resistencia de todos sus colegas de partido y de empresa; es decir, de la empresa del partido que se trasvistió en partido de los empresarios (industriosos) que (la) saben  (donde) poner (la plata).  De ahí que la letra impresa asuma el carácter de una “letra calada”, donde los recortes del contorno definen la tolerancia expansiva de la tinta.  Curiosa referencia a la eyaculatividad de la letra que figura, primero, como la mancha  decisiva  sobre una sábana/sudario.  Y por esa vía, el traspaso que hace Camilo Yáñez  está pensado para dialogar con Balmes y Dittborn, de manera  a poder recupera las filiaciones tecnológicas de los dos sistemas que construyen la Facultad “de entre los años 62 y 73”; a saber, el “sistema gráfico” y  el “sistema pictórico”. 

Camilo Yáñez imprime la letra, pero la saca de la condición de nota al pie, para  convertirla en el cuerpo mismo del enunciado gráfico, aumentando el tamaño de su cuerpo y reforzando su carácter.  Sin embargo en el borde inferior escribe como lo haría un grabador,  para señalar  con lápiz grafito la procedencia de la frase y la firma de la lámina para atribuirle el estatuto de prueba-de-artista y  fijar las dependencias  formales de la  política de los enunciados. Cosa que enervaría a Dittborn, patrón del diferimiento.  Sin embargo, Camilo Yáñez  hace que las frases se despeguen de las portadas de los periódicos para que puedan ser remitidas  a su condición de origen: el panfleto hugonote. 

En la exposición de Sala CCU,  el conjunto de serigrafías que bajo el título de El regreso del miedo  abre la muestra, ya fueron presentadas en Espacio H y están presentadas  como el cabo que dejó suelto  Camilo Yáñez para poder amarrar este otro “asunto”, que consiste en trasladar desde el exceso de letra  solo dos palabras,  a título de absceso gráfico, para sostener el homenaje implícito al letrismo de Balmes. 

La muestra será inaugurada el viernes 11 de diciembre.


No hay comentarios:

Publicar un comentario